Ya era muy viejecita
Ya era
muy viejecita... Y un año y otro año
se fue
quedando sola con su tiempo sin fin.
Sola
con su sonrisa de que nada hace daño,
sola
como una hermana mayor en su jardín.
Se fue
quedando sola con los brazos abiertos,
que
es como crucifican los hijos que se van,
con
su suave manera de cruzar los cubiertos,
y aquel
olor a limpio de sus batas de holán.
Déjenme
recordarla con su vals en el piano,
como
yéndose un poco con lo que se le fue;
y con
qué pesadumbre se mira la mano
cuando
le tintineaba su taza de café.
Se fue
quedando sola, sola... sola en su mesa,
en su
casita blanca y en su lento sillón;
y si
alguien no conoce que soledad es esa,
no sabe
cuánta muerte cabe en un corazón.
Y diré
que en la tarde de aquel viernes con rosas,
en aquel
"hasta pronto" que fue un adiós final,
aprendí
que unas manos pueden ser mariposas,
dos
mariposas tristes volando en su portal.
Sé
que murió de noche. No quiero saber cuándo.
Nadie
estaba con ella, nadie, cuando murió:
Ni su
hijo Guillermo, ni su hijo Fernando,
ni el
otro, el vagabundo sin patria, que soy yo.
Jose Angel Buesa